En un acto simbólico, el argentino Martín Aguirre, que usa la camiseta 23 de Santa Fe, se la entregará a Léider y el número será retirado como homenaje al goleador.
Por Juan Diego Ramírez
El Espectador
Léider Preciado, el tumaqueño, debía echarse agua. Y Agustín Julio, el cartagenero, un aceite de almendras barato. Hace 22 años, cuando llegaron por primera vez a Bogotá, el frío les resecaba la piel. El primero permanecía sin buzo y el segundo andaba con unas chancletas (“de esas de costeño corroncho”, dice Julio) que arrastraba por el barrio Villa Granada.
En ese barrio eran vecinos (los separaban dos casas). “Comíamos juntos. Algunas veces en mi hogar porque yo le decía que la nevera de él parecía una pileta: pura agua y luz. Nunca tenía nada. Nos tocó pasar momentos duros y por eso valoramos lo que hemos hecho”, explica Julio, de 37 años.
Los dos tienen una historia similar en el deporte: se formaron en el Cóndor de la Primera B, cuando antes pertenecía a Santa Fe, y ambos se iban en buseta hasta el barrio Florida a los entrenamientos. A veces a pie.
En el club albirrojo debutaron como profesionales y allí dejaron su huella: Léider se convirtió en el segundo goleador histórico del club y Julio se volvió un baluarte del arco en los últimos tiempos. Además, los dos integraron la selección de Colombia en diferentes etapas. “Cuando Léider volvió del Mundial de Francia (1998), donde había anotado el gol contra Túnez, nosotros lo recibimos en su casa con el salsero Tito Rojas. Él sólo lloraba. Bueno, siempre lo hace”, recuerda Julio.
Además, en diciembre pasado decidieron retirarse del fútbol y el club les dio la opción de continuar vinculados. Léider como entrenador de divisiones menores y Julio como gerente deportivo. El sábado a las 4:00 p.m., en El Campín, ambos consumarán ese adiós en un partido de despedida que será preliminar del juego por la fecha 15 de la Liga entre Santa Fe y Cartagena.
Si comparten los mismos amigos en el fútbol, ¿cómo se van a conformar los equipos?
Agustín Julio: Ahí está el problema, tocará cara y sello. Muchos dijeron que querían jugar con los dos y es complicado. Creo que va a tocar cambiar al segundo tiempo.
Léider Preciado: En la cancha hacemos: escoge tú, escojo yo. No, mentiras, lo importante es que sea un compromiso entre amigos.
¿No creen que les quedaba un tiempo más como futbolistas?
A.J.: Es bueno retirarse por la puerta grande. Es mejor dejar el fútbol y no que el fútbol lo deje a uno. A pesar de que tenía ofertas para seguir tapando en otros clubes, pensé que podía ser importante en otra fase a nivel administrativo. Santa Fe es un ejemplo para los clubes que desechan a las personas.
L.P.: Sí, pero al menos yo ya estaba aburrido, del ambiente del fútbol sobre todo. Y acá nos están haciendo cumplir un sueño. El mío: dirigir niños. En Santa Fe empezamos, crecimos, terminamos, y nos vincula luego del retiro haciendo algo que nos gusta. Aparte estoy estudiando, aprendiendo mucho.
¿Cuál fue la clave del éxito en sus carreras?
A.J.: Uno debe disfrutar la profesión, pero ser responsable. Con la selección o con Santa Fe, me lo gozaba como si fuera el último partido. A los que empiezan les digo que se cuiden, que esta carrera es corta, y que el fútbol y Dios cobran todo en la vida. Así vas a durar mucho en el fútbol.
L.P.: Creer en lo que se tiene. En uno mismo. Eso es fundamental. Cuando yo vine a Bogotá, tenía la mentalidad de ser profesional, confiaba en mis capacidades y por eso me propuse ser disciplinado.
¿En qué se ven en unos años?
A.J.: Léider me decía que fuera DT, que él sería mi asistente; sería buena llave. Pero yo quiero ir más allá, proponerme grandes retos. Cuando el señor César Pastrana sea presidente de la Federación voy a empezar siendo presidente de Santa Fe (risas). A mí me gustaría estar en la Federación. Aunque quién sabe, tal vez un día, me nazca el gusto por ser técnico.
L.P.: Lo único que sé es que administrativamente a mí no me da (risas). Yo voy paso por paso y en las divisiones menores estoy aprendiendo. Ya debuté en un partido y ganamos. Ahora me dicen dizque Guardiola. Estoy aprendiendo y algún día quiero ser técnico de Santa Fe y ser campeón, porque eso fue lo único que me faltó como jugador.
¿A Agustín también le quedó faltando la séptima estrella del albirrojo?
A.J.: Claro. Aunque quedé tranquilo por haberlo dado todo, tengo aún la espinita en el corazón. Recuerdo que en 2010, cuando nos eliminó Tolima de las semifinales, lloré mucho. Nadie antes me había visto llorar en un camerino. Pero creo que ahora vamos por buen camino al título, y espero que gerencialmente pueda aportar mucho.
¿Cómo hace Agustín para sacarle las palabras a alguien tan introvertido como Léider?
A.J.: Ese sólo es tímido con ustedes. Conmigo no se calla. Aunque está claro que yo hablo más que él. La cosa es que hemos consolidado una bonita amistad, hemos vivido casi las mismas desavenencias, como la salida sorpresiva de Santa Fe en 2001. Pero también las cosas lindas.
Léider, ¿qué es lo que más le gusta de ser amigo de Agustín?
L.P.: Que no me deja hablar nada.
¿Una anécdota que recuerde el uno del otro?
L.P.: Que pisamos por primera vez un camerino en el Cóndor, en la Primera B.
A.J.: Que cuando se iba para España, en el 98, nos lloraba a todos, nos decía que no se quería ir. Parecía un niño chiquito. “Ay, no me quiero ir, ay”. Siempre ha sido muy sensible.
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